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LA MUJER REALIZADA COMO PERSONA Virginia Bentson

                               

La Belleza Interior

La belleza de una mujer no solamente tiene que ver con lo exterior sino con lo interior. Tiene que ver con nuestra alma, lo espiritual de nuestro ser. Esta belleza es fruto de la combinación de varios factores, siendo el principal, para nosotras, nuestra relación con Dios por medio de nuestro Señor Jesús.
El apóstol Pablo hace mención de la belleza de Cristo que puede y debe manifestarse en nuestra vida:
Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento. Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden (II Cor. 2.14,15 NVI).

Vamos a considerar algunas cosas que apañan la belleza de Cristo en nosotras. Por ejemplo:

1) Por no aceptar el perdón de Dios por nuestros pecados pasados, ya confesados con sincero arrepentimiento. Su perdón es total y completa. A los ojos de Dios lo que vale, no es mi esfuerzo, sino fe y transparencia delante de él.
Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado (I Jn. 1.7).

2) Por nuestra falta de fe, por las dudas, el temor:
Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿o tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? (Mt. 6.25 NVI).

3) Por no valernos del poder de Dios:
Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo (Efe. 6.11 NVI).

4) Por la autocompasión: La autocompasión es un mal que acarrea consecuencias inesperadas. Uno se pregunta: "¿Por qué esto me pasó a mí?" De ahí uno se aísla y se encierra en su pequeño mundo. Pero el Señor quiere sacarnos de nuestra autocompasión. La historia de Elías nos puede animar. (Ver I Reyes 19.) Después de la gran victoria de Elías sobre los profetas de Baal, le vino temor por las amenazas de la malvada Jezabel. Él huyó, fue al desierto y allí, lleno de auto compasión, deseaba morir! (Ver I Reyes 19)

5) La autocompasión puede producir la depresión. Una de las mejores maneras de vencer la depresión es por quitar los ojos de uno mismo y mirar a su alrededor: hay muchos otros que sufren más que una misma. Debemos entonces extender la mano a una persona necesitada, visitar a un enfermo, procurar levantar el ánimo a otra persona deprimida. O sea, ser útil.

6) Si somos esclavas de nuestras emociones, damos lugar a la ansiedad, inclusive al enojo y aún al odio. No debemos dar rienda suelta a nuestra mente e imaginaciones para así terminar viendo las cosas de modo desproporcionada. Nos corresponde llevar cautivo todo pensamiento y sujetarlo a Cristo (II Cor.10.5)

Conclusión:

Nuestra belleza femenina interesa a Dios. Leemos en I Pedro 3.3,4 -y lo cito en las dos versiones-:

Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en la incorruptible adorno de un espíritu afable y apacibles, que es de grande estima delante de Dios.

Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.

¡Es hermoso ser mujer! Una mujer se realiza reconociendo su valor para Dios, desarrollando su inteligencia y capacidades, cuidando su apariencia y sirviendo a otros.









                 LA MUJER REALIZADA COMO PERSONA (1era.Parte)

                                                                                                     Virginia Bentson

Hoy, como nunca antes en la historia, la mujer goza de amplia libertad para desplazarse dentro de todas las áreas del quehacer humano. Actúa como policía, como militar llevando fusiles, tiene acceso al mundo de la política en todos sus niveles, surca el espacio en satélites, ocupa puestos ejecutivos y gerenciales, se dedica a la investigación científica, inicia y milita en campañas de toda índole, ofrece programas televisivas como guionista y presentadora... y la lista continúa larga. Sin embargo, millones de mujeres confiesan su frustración e infelicidad.
Por eso, ofrecemos esta primera entrega para señalar varios ingredientes que pueden asegurar una vida femenina bien realizada, útil y feliz.

1. Dios ha honrado a la mujer. La hizo a su imagen igual como al hombre. Fue creada para ser un vaso hermoso de alabanza y gloria para su Creador. La creó con un espíritu sensible y un corazón tierno para responder tanto a él como a todos los que la rodean. Su valor se basa en que Dios la acepta total e incondicionalmente como es: mujer.

2. Es imprescindible que toda mujer se acepte. El antiguo mandamiento da orientación acertada: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Enfatizamos: "...como a ti mismo". Amarse a sí misma no equivale ser egoísta. Es más bien reconocerse como un ser digno, con derechos y responsabilidades. Es honrar a quien Dios honra.

3. La mujer, más que el hombre, es consciente de su cuerpo. Su físico, aunque no tiene la fuerza como la del hombre, es más bello. Dios lo quiso así. La Biblia hace mención de la excepcional belleza de Sara (Gén. 12.11, 14) , Rebeca (Gén. 24.16) y Raquel (Gén. 29.17). El cuerpo de la mujer es importante, así que cada mujer debería cuidar bien de él.
Este cuidado comienza con la dieta. Felizmente hoy se resalta por revistas y periódicos sana orientación acerca de los valores dietéticos de verduras, legumbres, frutas y cereales. (Se recomienda consumir más pollo y pescado y menos carne.) Una buena dieta es la base física para la buena salud y la belleza. Así se previene la diabetes, el colesterol, la alta presión sanguínea y el sobrepeso, y cuántos males más. Para el antiguo Israel, Dios les dio normas y leyes dietéticas que contribuían a la buena salud de su pueblo. (Ver Lev. 11-15; I Tim. 4.1-6, donde el apóstol Pablo advierte y recomienda lo importante de los alimentos.) Además, un adecuado ejercicio físico, según la edad de la mujer, debe acompañar la buena dieta.
(Sobre nutrición, ver http://www.seh-lelha.org/horus/alimento.htm)

4. La vestimenta, el modo de vestirse, debe reflejar también la imagen que la mujer tiene de sí misma. Le corresponde a la mujer conocer el estilo y tipo de ropa que favorece su cuerpo para poder verse esmeradamente elegante. Ella se honra adecuando su concepto y forma de vestirse con su edad y nivel social y económico. Exageraciones y desaciertos en este rubro de la vida no le traen honra. La escritura exhorta: "Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos" ( I Ped. 3.3). Es innecesario recordar que en la vestimenta de la mujer no cabe lugar alguno para una insinuación provocativa. Lo modesto, lo pulcro, es el estilo cristiano.

5. Comúnmente, se comenta que el hombre se mueve más por su intelecto y la mujer por sus sentimientos. Sin negar la medida de verdad que esto encierre, no obstante afirmamos que la mujer necesita alimentar su vida intelectual, ampliar sus conocimientos y desarrollar su capacidad intelectual.
Para comenzar, ella debería adquirir del hábito de leer. Leyendo, una entra en un universo sin límite. Puede seleccionar de una amplísima gama de lecturas según su gusto e interés. No es cuestión de una hora por día. Puede ser por diez minutos al día, o en un día de la semana dedicar una media hora al enriquecimiento de sus conocimientos. Lo importante es la dirección que una toma, no la velocidad. Conocer más al mundo donde vivimos es honrar al Creador.
¿Qué de interesarse en la música, o la pintura, o la historia o en manualidades? O en aprender un idioma nuevo o repasar uno que estudió hace años en el colegio? ¡Cuán bueno es amar la vida e ir descubriendo las interesantes y fascinantes facetas que la componen!

Al mencionar lo de la inteligencia, cabe ocupar un poco de espacio para señalar un nuevo enfoque que se le está dando en los círculos académicos. Tradicionalmente, se ha pretendido medir la inteligencia de una persona a través de los test de "cociente intelectual", o sea en base a la capacidad de la persona de resolver problemas matemáticas, o de física, de metafísica, o por su rapidez en aprender de memoria y ejercer un poder retentivo. Tales personas eran consideradas intelectualmente superiores. Pero a nivel mundial se ha comprobado que estas personas ¡no son las que necesariamente triunfan en la vida! Hoy se habla de medir el intelecto de una persona, no solo por su "saber", sino por su "ser" y su "hacer". Es decir, por la asimilación de su saber y sus valores (ser), y por sus habilidades y capacidad de entrega y compromiso (hacer). Se ha dado un nombre a este nuevo enfoque: "inteligencia emocional". Por cierto no se refiere a las emociones y afectividad, como algunos han creído. "Hace referencia -explica el sacerdote Gregorio Iriarte, profesor universitario en Bolivia-a toda la complejidad del ser humano: autoestima, autodependencia, optimismo, relaciones humanas, simpatía, capacidad de trabajar en grupo, facilidad de expresión, sentido artístico, etc. Las personas que logran más éxitos en la vida no son, precisamente, aquéllas en que predomina el tipo de inteligencia lógico-matemática, sino aquéllas que saben combinar los dictados de la razón, con los sentimientos, las buenas relaciones humanas, las emociones."


¿Qué significa esto para nosotras? Debemos librarnos de un complejo de inferioridad, si es que lo sufríamos, pues por no ser tan "inteligentes" como otras y otros, no somos menos. Desde donde estamos en nuestro desarrollo intelectual podemos y debemos seguir el camino del desarrollo integral: aumentar y expandir nuestro conocimiento y conceptos sobre la vida, el sufrimiento, las riquezas, la pobreza, la producción, la educación, la familia, la familia de las naciones, el gobierno y soberanía de Dios sobre toda su creación, las misiones, etc., ¡y ser útiles, respetadas, amadas y felices! En fin, deseamos ir recuperando más y más el diseño original de Dios para nosotras, y crecer en la imagen del que nos creó.

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