Acabo de leer en un diario de gran circulación que en Europa… ¡cada 4 minutos y medio se produce un divorcio! ¡Qué horror! Haciendo “zapping” por la televisión de pronto apareció una película que nos llamó la atención. Era la historia de un divorcio e intentaba dejar un mensaje en el ánimo de los espectadores: “El divorcio es bueno. No deja marcas, ni traumas en los niños si reciben una buena explicación y son tratados adecuadamente por buenos profesionales o adultos inteligentes”.
¿Qué tal?… ¡Lo único que le faltaba para rematar tanto engaño era
que estamparan en la pantalla el final de los cuentos de la abuela, “¡y fueron
eternamente felices, y comieron perdices!” ¡Qué vana ilusión! Las estadísticas,
los psicólogos y sociólogos serios y veraces, la vida cotidiana y la cruda
realidad nos dicen que ese mensaje no es verdad. Al contrario, crece la alarma
en el mundo por el dolor que los niños de hoy tienen que enfrentar a causa de
los desaciertos de los adultos de espaldas a Dios.
La psicopedagoga Betty Constance en uno de sus libros explica:
“Algunos profesionales que trabajan con niños utilizan un diagrama para ayudar
a entender hasta qué punto el dolor puede afectar a un niño. Son las
necesidades básicas de todo el ser humano y lo han titulado “Las nueve áreas
esenciales de la vida”. Ellas son:
1. Una relación significativa: necesita un papá y una mamá.
2. Una función significativa: ser hijo de ambos.
3. Una fuente de gozo: salidas, eventos, etc., en familia.
4. Un lugar: la casa donde vive.
5. Un grupo: amiguitos, compañeros del colegio, club, iglesia, etc.
6. Estabilidad económica: padres que proveen a sus necesidades.
7. Información: respuesta a sus preguntas y curiosidad.
8. Salud: ser cuidado y atendido.
9. Raíces: la familia extendida, abuelos, tíos, primos.”
Ahora bien, en un hogar bien constituido, el niño encuentra
satisfechas estas necesidades básicas y crece feliz y sano de cuerpo y alma.
Pero, ¿qué pasa cuando sobreviene un divorcio? ¡Todo se desmorona! ¡Las nueve
áreas son afectadas!
1. Se rompe la unidad padre-madre.
2. ¿De quién es más hijo ahora, de papá o de mamá?
3. Desaparecen sus fuentes de gozo en familia.
4. Es probable que se tenga que cambiar de casa.
5. Pierde amigos por mudanza o por su nueva situación.
6. Se multiplican las carencias económicas.
7. Se siente engañado en su fuente de información.
8. El stress afecta su salud.
9. Las relaciones con los “nuevos parientes” a menudo son tensas.
Está confundido porque en vez de cuatro abuelos, ahora tiene ocho, nuevos tíos
y primos, según las nuevas parejas que tengan sus padres.
¿Somos tan ingenuos para creer que tanta pérdida, tanto dolor no
van a dañar profundamente el alma de un niño? ¿Acaso alguien por ahí inventó la
aguja y el hilo mágico capaces de remendar bien y para siempre tanto desgarro?
¿Acaso los miles de adultos también, hijos de padres separados, no llevan toda
la vida, consciente o inconscientemente, un rincón de su alma que no deja de
sangrar? ¿Estaba desinformado Jesucristo cuando declaró sin ambages en los
Santos Evangelios “Lo que Dios unió que no lo separe el hombre”?
Salvo algunas dramáticas excepciones ¿es, de veras, el divorcio la
“gran” solución, o es meramente la tangente, la salida colmada y egoísta a
situaciones que no queremos enfrentar? No vamos a dejar de reconocer que la
asistencia de profesionales serios, o de adultos sensibles y comprensivos,
brinda gran ayuda para aliviar a esta gente en crisis. Pera la verdadera
sanidad del alma herida sólo puede decir “Vengan a mí los que están cansados y
afligidos y yo los haré descansar”. Miles de adultos y niños han creído esta
verdad, han entregado a Dios el timón de sus vidas y han experimentado que en
él sí se encuentra verdadera paz y completa sanidad.
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