CUANDO VIVIMOS FUERA DE LA VOLUNTAD DE DIOS, QUEBRANTANDO SUS MANDAMIENTOS, NOS COLOCAMOS FUERA DE SU PROTECCIÓN
"Para gozar de los beneficios del cuidado y la protección de Dios debemos llenar un requisito: vivir en la santidad y el temor de Dios. Es decir, sujetarnos al Señor y respetar sus mandamientos. Obrar según su voluntad.
La Biblia dice: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
Quien recibe la Palabra del Señor y la pone por obra tiene la seguridad de estar sólidamente asentado al atravesar tiempos difíciles de prueba. El Señor lo sostendrá. Mientras que el que no atesora la Palabra de Dios para vivirla sufrirá pérdidas fatales ante el embate del enemigo.
No debemos ser livianos en nuestra fe. El pecado debe ser quitado de nuestra vida. Aunque estemos dentro del pueblo del Señor, no hay garantía para nosotros si pecamos deliberadamente. Dice Hebreos 10:26-27: “Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio”.
Cuando observamos que el pecado quiere venir a instalarse nuevamente en nuestra vida debemos arrepentirnos y limpiarnos delante de Dios. Porque “La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare” (Ezequiel 33:12). Necesitamos andar en rectitud todos los días de nuestra vida, y cuando comenzamos a deslizarnos, retomar la buena senda.
Otra cosa que nos coloca fuera de la protección de Dios es la imprudencia. Alguien dijo que cuando el automóvil pasa de los ciento veinte kilómetros por hora el ángel del Señor se baja. La realidad es que Dios no nos apoya ni se siente comprometido a protegernos cuando somos deliberadamente temerarios, o nos colocamos en situación de peligro innecesariamente.
Él nos llama a la prudencia. Recordemos a la mujer de Lot, que por imprudencia perdió la vida (Génesis 19). Diferente es el caso cuando nos vemos en una situación riesgosa por culpa de otros, en cuyo caso podemos contar con una ayuda especial del Señor".
(Si quieren continuar leyendo acerca de este y otros temas, este párrafo fue extraído del libro: "CÓMO ES DIOS. NUESTROS HIJOS LO TIENEN QUE SABER"
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