Hace muchos años, allá en la lejana Noruega, un joven llamado Per Pedersen se arrodilló a orar al escuchar un llamado del Señor: venir al rescate de los nativos en el norte argentino. De repente sintió que alguien se arrodillaba a orar a su lado. Era su hijito primogénito, Cyril, de solo 2 años. Esta escena fue profética...
Per y su esposa,dedicaron años y años a buscar, rescatar y restaurar a cientos de indígenas en nuestro tórrido norte. Varios de sus hijos nacieron allí.
Cyril se entregó a Cristo EN SU NIÑEZ. Ya hecho un vigoroso adolescente, un verano sorprendió a sus padres pidiéndoles permiso para ir en busca de tribus perdidas. Su sabio papá, discerniendo un real llamado, accedió.
Acompañado solamente por dos o tres "paisanos" (como llamaba Per a los indígenas), este audaz muchachito de apenas 15 años, se internó monte adentro, afrontando múltiples peligros, privaciones, calores sofocantes y enfrentamientos directos con ejércitos de las tinieblas. Fue el primero de innumerables viajes de este precoz misionero.
Por esos años, Eunice (mi hermana mayor), se estableció con los Pedersen, siguiendo su llamado a servir al Señor como enfermera-misionera. Nos habló enseguida de Cyril, llamándolo cariñosamente "Un INDIO RUBIO que conoce el monte como un nativo y tiene el andar elástico y cauteloso de un puma".
Tuvimos el privilegio de conocerlo tempranamente y ser impactados por su ímpetu, simpatía y su fuego del Espíritu Santo.
Mientras tanto, en Río Tercero, una jovencita llamada Mirtha Eveling, soñaba DESDE PEQUEÑA en ir a la India "Para hablarle a los 'inditos' de Jesús"... mientras les predicaba a sus muñecas. Conociendo su llamado a las misiones, Eunice le regaló una foto de un indiecito. Mirtha, entonces, comenzó a orar y orar por esos "inditos".
Y aquí llega el capítulo romántico: Cyril, luego de recibido en el Seminario, oraba fervientemente por una compañera que tuviera el mismo llamado que ardía en su corazón. Y un día, en una visita de Cyril a casa... ¡se conocieron en una reunión! Y "el flechazo" fue instantáneo...¡Así responde Dios a corazones sinceros!
La misionerita y el "indio rubio" se casaron. Sirvieron al Señor muchos años, afrontando pruebas de todos los colores y rescatando a cientos de "paisanos".
Tuvieron seis hijitos. Uno, de solo 6 meses, se les murió en pleno monte, en brazos de Mirtha.
Desde hace varios años, Cyril y Mirtha residen en Noruega, pero todos los años tenemos la gran alegría de verlos y escucharlos por aquí. Luego marchan al norte, donde pasan varios meses ministrando y edificando a sus amados "paisanos". ¡DIOS LOS SIGA BENDICIENDO, CYRIL Y MIRTHA AMADOS!
Y pensando en ellos, medito otra vez en la TREMENDA IMPORTANCIA de llevar los niños a Jesús y guiarlos a seguirlo y servirlo. ¡Innumerables son los grandes obreros de Dios que fueron llamados por Él mientras aún eran NIÑOS!
¡ALERTAS, PADRES Y MAESTROS
¡ADELANTE, CHICOS! Los Samuelitos, Josesitos, Davidsitos, Josías y otros héroes del Pueblo de Dios no son personajes del pasado!
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