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OBRAS DE MISERICORIA Loida Palejko de Verstraeten





Leer Mateo 25:35,36

Obrar por misericordia es entrar en la miseria "del otro" de corazón. Son actitudes impulsadas por la compasión, más que por razonamiento lógico, aunque este último gobierna las acciones. Las realizamos casi sin darnos cuenta. Por eso mismo, el evangelista registró la pregunta de admiración: ¿Señor, cuándo te vimos...? Jesús llama hermanos más pequeños a los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados. Servirles nos perfuma por dentro.
Descontemos las obras de misericordia que hacemos dentro de nuestro medio familiar y en la comunidad cristiana en la que nos desenvolvemos. Hablaremos de lo que hacemos o podemos hacer en la sociedad.

Voluntarias hospitalarias

A la voluntaria hospitalaria se la define como "pariente ausente". Para efectuar su labor con eficiencia debe asistir al curso de capacitación en la escuela de C.I.V.H.A. (Coordinación de Instituciones con Voluntarias Hospitalarias de la Argentina) en Paraná 462, 2º piso, Buenos Aires (C.P.1017), de 13 a 19 horas. Consta de ocho clases de tres horas de duración, una vez por semana. La edad es a partir de los 18 y hasta los 70 años. Se puede trabajar sin haberse preparado antes, pero costará más la comprensión del funcionamiento de un hospital.
Se aconseja que sirva en el hospital más cercano a su domicilio, por causa del costo del viaje y el tiempo que toma en llegar, ya que no recibe remuneración. Allí se presenta al servicio de Voluntarias y se ofrece para trabajar. La jefa la ubica en el lugar donde más necesidad haya. La acompaña a la sala de cirugía, por ejemplo, y la presenta a la caba pidiéndole que ésta la guíe en las tareas que le son más urgentes. También la presenta al médico jefe de la sala. La voluntaria no realiza los trabajos de la enfermera ni de la mucama, sino todos aquellos que el pariente podría hacer dentro de la sala.
El gran valor de la voluntaria cristiana empieza aquí, frente al enfermo en su cama. Quizás se pregunten qué es lo que hace en realidad. Somos "Jesús en medio", en las salas, en los pasillos, en los consultorios, o en cualquier lugar que nos encontremos dentro del edificio.
Por ejemplo, asisto todos los martes de 9 a 12 de la mañana al Hospital Municipal de Morón. El lugar de mi trabajo es la maternidad. Entro a la sala de admisión y pregunto si hay alguna persona para consultorio interno. Allí llegan las que han tenido algún accidente en el embarazo, las que van a dar a luz, las que quieren saber qué tuvo una madre, o cómo está alguna paciente internada. Yo busco al médico de guardia, a la partera, o averiguo cómo está la mujer por la que preguntan. Muchas veces este lugar se altera en su orden. Hace falta atención gentil y serenidad para con cada cual que requiere ser atendido en su urgencia. Luego paso a la sala donde las mamás han tenido o perdido su bebé. Mientras camino por el medio de la sala, miro a las mujeres, atendiendo al Espíritu Santo para saber a cuál me debo acercar primero. Otras veces empiezo por la primera y estoy con todas un poco.
Hay muchas formas de comenzar una conversación. Generalmente, lo hago de la siguiente manera: "Buenos días. Soy voluntaria del hospital. Vengo todos los martes por la mañana a ayudar a las enfermeras, médicos y a hacer compañía a las enfermas. ¿Cómo estás? ¿Cuándo te internaste?" A esta altura de la conversación puede haber dos reacciones: demostrar frialdad (caso que demuestra mucho dolor), o sonreir y pedir que me siente a conversar (caso fácil). A todas las acerco a Dios y les estimulo a andar en su camino.
Ejemplos: (1) mujer que sale de la anestesia; (2) madre que vio lo que yo no pude ver; (3) madre soltera con bebé falto de cráneo.

Para empezar a trabajar, aconsejamos los siguientes pasos previos:

1)      Por ser la ayuda al necesitado algo emotivo, requiere un tiempo de maduración y estabilización de la emoción, quedando así la firme voluntad de servir al prójimo.

2)      Comunicar el deseo a nuestra autoridad espiritual, y esperar su apoyo.

3)      Empezar su trabajo con el mínimo de horas requeridas por el servicio, para luego ir aumentando según la posibilidad.

4)      Saber que al principio va a ser atacada por el desánimo con pensamientos como "No voy a poder permanecer, me canso, ¿qué hago aquí teniendo tanto que hacer en casa?, las vivencias del hospital son demasiado fuertes para mí, estoy demasiado cerca de la muerte y el contagio." Estas y muchas cosas más el enemigo va a soplar continuamente. Necesitamos fortalecernos en Dios y otras compañeras de trabajo.

5)      El hospital no es lugar para hablar de religión, ni hacer proselitismo o buscar el convencer de nuestra fe, sino en el dolor que nuestro semejante sufre, llevarlo a aquel que sufrió todo dolor, nuestro Señor. En Dios nos encontramos todos. El enfermo no tiene fuerza para cambiar, pero sí puede acercarse; la misma necesidad le ayuda.

Hogar del Menor

El Hogar del Menor es un poco la extensión de nuestro hogar. Todo lo que allí se realiza lo hacemos en nuestras casas, con la diferencia de que los niños son muchos. La mujer que es ama de casa y mamá, o señorita mayor, puede ser voluntaria del Hogar del Menor.
Tenemos hermanas mayores en el Hogar Municipal de Morón. Ellas están encargadas del arreglo de ropa de los chicos. Transforman, adaptan, cosen, tejen. Aparte de esta función, son "abuelas" de todos los chicos. Los niños saben que tal día vienen sus abuelas. Estas hermanas cumplen la misma función que desempeñan en sus propias familias. No es fácil entrar en confianza con chicos huérfanos. En su principio han sido resistidos de muchas maneras, que no conviene comentar aquí. Dios abrió el camino y dio capacidad para comprenderlos, perdonarles y amarles.
En otro Hogar Cristiano tenemos hermanas que ayudan a los chicos en las tareas del colegio. No son maestras particulares o de apoyo. Ellas miran sus cuadernos, disfrutan con ellos cada dibujo o nota de distinción. Animan en la dificultad, y les acompañan al estudiar y realizar las tareas. Solamente con mirarles los cuadernos con interés, a los chicos les es un estímulo al seguir estudiando. Ellas son sus "tías" que los visitan regularmente.
Se necesitan mujeres voluntarias para el comedor, cocina, lavadero, etc.

Vestir a Jesús

En el retiro de La Falda en 1986, una hermana -mientras escuchaba sobre las obras de misericordia- distinguió una voz dentro suyo que repetía: "Vísteme, vísteme". En su mente se produjo un cambio. En lugar de reunir ropa para los pobres, ella debía vestirlos. Con esta inquietud vino a la congregación y en la reunión de informes para las mujeres, nos contó su experiencia. Luego formó un equipo que recibe la ropa en perfectas condiciones de limpieza (única condición para donar ropa) y la transforman, arreglan, hacen nuevas prendas de lo que es aprovechable, tejen, y así tenemos el ropero para las necesidades reales de la congregación con su número y el talle. Además, proveen para la cárcel de la mujer y para los hospitales.

Cárcel de la Mujer

Cuando Jesús se refirió a los que están en la cárcel, dijo: "vinisteis a mí". Las presidiarias no pueden venir a nosotras para oír el mensaje de Dios.
La mayoría de las mujeres son jóvenes, entre 18 y 25 años, a veces un poco más. Matan por causa de problemas que no pueden solucionar y se desesperan. Hay dos problemas que son más comunes: infidelidad, y abandono del esposo. Al no encontrar salida se deprimen y deciden matarse junto con sus hijos para acabar con el problema. En cuanto empiezan a realizarlo, recapacitan por el impacto, pero ya algunos están muertos. Se arrepienten en el mismo instante del hecho. Pero ya es tarde. Se han transformado en homicidas.
Los suyos no les pueden perdonar. Solamente desean que ellas se mueran. No les llevan los hijos para verlos y las dejan abandonadas del todo. Solamente una mujer cristiana puede acercarse y ayudarles.
Para trabajar en la cárcel, se necesita un claro llamado de Dios, el reconocimiento del esposo y de los pastores. La iglesia ora y delega autoridad para que las hermanas que van estén bien cubiertas y se manejen con libertad y autoridad dentro de un terreno tan difícil. Nosotros hacemos el ejército desde afuera de la cárcel. Reunimos artículos de higiene, ropa de abrigo junto con medias tubo de lana, bien largas, para que duerman abrigadas en el invierno. Pues allí se roban las frazadas de noche. Nos pidieron también que fuéramos a ver a los niños de las que son hermanas nuestras, y les contáramos cómo están. A causa de los barrios en que viven, nos ha sido imposible llegar a algunos. Otras hermanas lo han hecho.
Tenemos listas de los nombres de nuestras hermanas presidiarias junto con las necesidades para pedir al Señor. Lo estamos haciendo en pequeños grupos de oración.

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