¿Vivís preocupada por todo? ¿Sentís que hay muchas cosas que no se resuelven? Posiblemente tengas un problema pero puede ser un mal con cura, te decimos cómo detectarlo y superarlo.
El
“Vivir preocupado” hoy en día es tomado como un signo normal y acorde a la vida
moderna, sin embargo este exceso de preocupaciones puede estar encubriendo un
Trastorno de Ansiedad, ya que es un indicador de que nuestro sistema de alarma
interno no está funcionando correctamente.
El
sistema de alarma de nuestro organismo es la Ansiedad. Cuerpo y mente
reaccionan frente a la señal de alerta que se activa cuando nos sentimos
amenazados o en una situación complicada. A nivel corporal comenzamos a vivenciar
una serie de modificaciones que nos preparan para la acción, se acelera la
frecuencia cardiaca, el ritmo de la respiración va en aumento, junto con otros
signos corporales y paralelamente, nuestra mente comienza a idear pensamientos
relacionados con respuestas que en Psicología denominamos de “ataque o huida”,
ya que a nivel cognitivo, comprendemos la situación como peligrosa o
amenazante.
Cuando
este sistema no funciona correctamente, activamos la señal de alarma muchas
veces en el día, nos sentimos nerviosos, ansiosos, angustiados y abrumados por
preocupaciones todo el tiempo, es por ello que el exceso de preocupaciones
puede estar encubriendo un Trastorno de Ansiedad. Esta forma de vivir, nada
tiene que ver con “ser responsable”, el grado de responsabilidad no está
asociado a la cantidad de preocupaciones que uno tenga, uno puede ser
responsable y no por ello vivir abrumado.
Ahora bien, ¿por qué sucede esto? Porque
nuestro sistema interno de alerta no está realizando una evaluación correcta de
la situación que estamos viviendo, entonces todo se convierte en un problema,
todo es una preocupación, desde qué voy a preparar de cenar hasta un compromiso
importante de trabajo. Experimentamos pensamientos extremos de “todo o nada”,
una autoexigencia extrema y sentimos que no podemos resolver la situación lo
cual sigue aumentando nuestro nivel de ansiedad.
Es
así como de a poco todo el esquema de respuesta se va restringiendo,
resintiendo y resulta cada vez más complicado realizar una evaluación efectiva
y realista de la situación.
¿Cuál
es la solución? La clave está en la modificación de los esquemas de pensamiento
mencionados anteriormente, basados en sistemas de creencias muy arraigados que
nos conducen muchas veces a comprender erróneamente nuestro contexto, y en el
manejo más saludable de las emociones. Ambos aspectos son los principales
conductores de nuestro accionar, que cuando se rigidizan sin permitir
posibilidad de cambio, comprometen el normal funcionamiento de la persona
dentro de su medio ambiente y su contexto familiar, en el cual repercute esta
situación de manera directa observándose a veces desconcierto en los demás
miembros del grupo y cierto desequilibrio funcional familiar, ya que esta
vivencia de alerta constante es trasladada a los demás en la convivencia
cotidiana.
¿Cómo
lograr el cambio necesario? Hay que incorporar nuevas herramientas y
desarrollar nuevos recursos internos que le permitan ordenar y organizar las
distintas actividades y compromisos de la vida cotidiana sin vivirlos como una
situación de “vida o muerte “, logrando el alivio sintomático no solo en el
paciente sino también en su contexto más cercano. Con este tipo de tratamientos
también se logra transformar esas “preocupaciones”, en “cuestiones a resolver”
pudiendo jerarquizarlas de acuerdo al grado de urgencia e importancia real en
el contexto actual de sus vidas, y de esa manera distinguir y diferenciar las
prioridades y resolverlas de manera efectiva para poder vivir la vida de una
manera más saludable.
Y
recordar las palabras del Apóstol Pablo en Filipenses 4:6 “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 4:7 Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús”
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