En las escrituras encontramos dos mujeres opuestas pero tenidas en cuenta por Dios. Una es alabada y la otra considerada.
- La mujer de proverbios 31
Podríamos decir que es la mujer perfecta
según Dios, aquella de su agrado, con su carácter y acciones se convierte en
ejemplo a imitar por todas nosotras.
¿Qué podemos aprender
de ella? Comentemos.
- La mujer samaritana
Leamos San Juan 4: 1
al 30
Samaria estaba entre
Jerusalén y Judea, de paso. Los judíos no tenían trato ni nada en común con los
samaritanos pero debían pasar por allí. Si los judíos podían lo hacían con
barbijo. Las que iban a buscar agua con los cántaros eran las mujeres más
jóvenes.
Jesús se acercó a
ella y le pidió agua, rompiendo con los prejuicios y costumbres de la época.
Era como muchas mujeres
de hoy.
Siendo joven ya había
tenido cinco maridos y ahora convivía con otro hombre. ¿Se imaginan? ¡Qué
muchachita! Seguramente fue criticada por la “chusma” del vecindario, los
parientes y los religiosos. Jesús no tuvo problemas en hablar con ella.
El Maestro se
compadece de estas mujeres que llevan una vida de desarreglos y intenta
sacarlas de ese estado deplorable y traerles salvación. No está bien
discriminar a las personas por su condición social o moral.
Algo sabía.
Escuchó de sus padres
o abuelos acerca del “pozo de Jacob”,
que vendría el “Mesías”, etc. como tantas mujeres que “algo conocen”, tal vez
visitaron alguna iglesia o escucharon algún predicador. Lamentablemente no les
alcanza, necesitan un encuentro personal con Jesús. Que les sea revelado el
Hijo de Dios.
La consecuencia de su
conversión.
Cuando reconoció que
Jesús era el Mesías su vida fue revolucionada. Salió a contar que había hallado
al Cristo y los conciudadanos creyeron y fueron salvos. Su conversión provocó
un avivamiento en su ciudad.
Fue un precioso
instrumento.
Nadie daba un centavo
por esta mujer pero fue una herramienta tremenda en las manos del Señor para
llegar a otros. Nosotras también debemos contar a la gente acerca de Jesús.
Perdemos mucho cuando
no consideramos a mujeres como la samaritana, que por sus desarreglos y vida de
dudosa moralidad las pasamos por alto, sin embargo tienen un corazón abierto,
sediento de la verdad pero dispuestas a dejar su pecado y convertirse en
siervas útiles del Señor ¡Cuántos barrios o pueblos pueden ser transformados
por estas mujeres nacidas de nuevo!
Hay muchas solas,
separadas, vueltas a juntar, cargada de hijos, llenas de problemas “cargando el
cántaro” para sostener su hogar pero a la vez necesitadas y vacías, a la espera
de alguna discípula valerosa que les presente a Jesús.
No olvidemos que el
evangelio es para todos. Dios no quiere que nadie se pierda sino que TODOS
procedan al arrepentimiento.
Liliana:
ResponderEliminarTe recuerdo de niña, hace más de 45 años, en 3°B, 4°B y 5°B de la primaria del Instituto Florida. No fuimos amigos pero tampoco nunca lo contrario. Me alegro de que vivas con mucha fe y te mando un gran saludo.